Retoñan las
luces de la noche,
Tiñendo de
frío las vértebras columnarias,
que sustentan
los faroles del camino incierto.
El fluir del
tiempo se hace de nuestros pasos,
Navegando
intensamente entre las horas nocturnas.
El sonido
del platinado cielo,
Retumba en
nuestra aurora fértil,
Y se
escabulle poro a poro,
hacia el
manto de nuestras almas.
El lenguaje
se hace acorde a nuestros dedos,
Y la puerta
que nos separa del mundo,
anuncia nuestro mutuo destino.
El placer se
hace gemido,
El espacio
se hace inocuo,
El deseo va
por sobre nuestras lenguas de fuego,
Y no amerita
explicación alguna.
Porque somos
hechos de palabras redundantes,
De silencios
perfectos,
de sonidos
intensamente armónicos.
Y Esculpiéndonos
el uno al otro,
En un vaivén
incesante y unificado,
En un vacío
más allá de lo observable,
Recuerdo que
más allá de esa puerta,
Se encuentra
el cielo aclarando,
Y la excusa
perfecta para un nuevo día.