Siento como la música vibra sobre mi cuerpo tenido
sobre el piso. Solo una luz tenue cubre
la habitación en la cual levito. Me agrada, puedo sentir tranquilo como me
invade la sensación de que el tiempo transcurre de manera diferente. La estela blanca va tejiendo su camino sobre
mi rostro hacia el infinito y danza serena de manera cortejante el espacio que queda entre mi pecho y lo sideral.
Mis manos intentan alcanzar el techo para abrirlo de par en par para viajar
sobre este sentimiento hasta lo más profundo de la existencia.
Al regresar, unas piernas asfixiantes
cubren mis caderas y una mano inquisidora penetra mi pecho para hacerme volver
a mi letargo. Me entrega de su boca la
ofrenda por la cual estamos invadidos y con ese beso me domina hacia su propósito.