viernes, 15 de enero de 2010

Carta Nº2

Es todo lo siento y no puedo remediarlo. Me es difícil no estar en tus zapatos ya que vivo en la constante pena de saber lo que sientes y la vez, lo que siento yo. Son varios kilómetros lo cuales he avanzado, con muletas bajo el brazo y un piedra amarrada a mi espina dorsal, pero he sabido cargar con el peso y erguirme con la frente en alto y con esperanza de buenas nuevas.

Me he aislado en cavernas obscuras. He meditado cada paso que he vivido y he disfrutado cada bocanada de aire que llena mis pulmones. Y si…, he pensado bastante o digámoslo así, he pensado demasiado en ti…no se, quizás pienses lo contrario, pero me importas, y creo que ha sido mas de lo que tolero, hasta me da miedo pensar hasta donde llegaran mis pensamientos e instintos sentimentales.

A veces siento vacíos, llenos de intriga, llenos de incertidumbre. Y me aqueja este dolor constante que siento, y nunca pensé que fuera así, pero este dolor llega a ser físico. Parte desde la espalda y quiere salir por el pecho, agarrota tu corazón que penosamente busca escapatoria por la garganta, es como así aprieto los dientes para que este no escape y siga creando el arte que ve en tus ojos.

Han sido días de pena…no puedo negarlo, navego en estas mareas lúgubres, cargadas de niebla y duda…no se lo que pasa…no se lo que viene, me siento dependiente y aferrado a una voluntad de dios que no acepto. Prefiero ser excomulgado de mis propios juicios por que estos pensamientos me están matando.

Aunque como me dijo un amigo, “Es lo que pasa cuando nos creemos dueños de algo” haciendo mención a lo que hacen la demás nuestros cercanos aunque no lo aceptemos y no lo queramos…no lo se, creo que no me siento dueño de nada, pero si con el derecho de merecer pequeñas cosas, para así no estar tan a la deriva.

Me siento como un niño recién creciendo cuando escribo sobre estos temas, y tan dependiente de mi exterior…vulnerable en todo sentido y es tan cierto lo que dice un párrafo bíblico que leí hace algunos días y que de verdad te lo digo de corazón y con humildad.

“una palabra tuya, bastara para sanarme”